jueves, 31 de agosto de 2017

Wow : Un libro publicado por la investigadora Tracy Saunders defiende de nuevo la tesis de que quien está enterrado en la catedral compostelana no es el apóstol Santiago, sino Prisciliano, primer obispo de Ávila y más tarde declarado hereje



Prisciliano de compostela

david casillas - domingo, 15 de agosto de 2010
Un libro publicado por la investigadora Tracy Saunders defiende de nuevo la tesis de que quien está enterrado en la catedral compostelana no es el apóstol Santiago, sino Prisciliano, primer obispo de Ávila y más tarde declarado hereje
La posibilidad de que los venerados restos que se hallan enterrados en la catedral de Compostela pertenezcan al apóstol Santiago, martirizado en Jerusalén en el año 44 por orden de Herodes Agripa I, es objetivamente muy difícil, tal y como reconocen la mayoría de los investigadores e historiadores que se han acercado al tema desde su vertiente puramente histórica. Otra cosa son la tradición secular cristiana, que lleva siglos contando que el cadáver de Santiago el Mayor llegó hasta Galicia en una mítica balsa, y los intereses económicos, crecientes de año en año, que se mueven alrededor de la ruta Jacobea.
De hecho, la Iglesia no ha permitido el estudio científico de esos restos que se conservan bajo el magnífico templo románico compostelano, huesos cuya autenticidad ha sido puesta en duda por numerosas voces autorizadas, entre ellas la del ilustre historiador abulense Claudio Sánchez Albornoz, en absoluto sospechoso de beligerante con el cristianismo, el cual dejó escrito que «pese a todos los esfuerzos de la erudición de ayer y de hoy, no es posible, sin embargo, alegar en favor de la presencia de Santiago en España y de su traslado a ella una sola noticia remota, clara y autorizada. Un silencio de más de seis siglos rodea la conjetural e inverosímil llegada del apóstol a Occidente, y de uno a ocho siglos la no menos conjetural e inverosímil traslatio. Sólo en el siglo VI surgió entre la cristiandad occidental la leyenda de la predicación de Santiago en España; pero ella no llegó a la Península hasta fines del siglo VII».
A esas voces que ponen en duda que la tumba que veneran millones de peregrinos sea la del apóstol Santiago se suma ahora la de la escritora e investigadora norteamericana Tracy Saunders, estudiosa de todo lo relacionado con el Camino Jacobeo que ha publicado un libro, Peregrinos de la herejía, en el que defiende la tesis de que quien realmente está enterrado en Compostela es Prisciliano, obispo de Ávila en el siglo IV que fue declarado hereje y decapitado en el año 385, convirtiéndose así en el primer ortodoxo ajusticiado por la Iglesia católica utilizando como mano ejecutora una institución civil.
Tracy Saunders realizó por primera vez el Camino de Santiago en septiembre de 1999. Mientras realizaba su peregrinación, escribiendo «un diario de mis experiencias y de mi estado de ánimo interno, escuché por primera vez el nombre de Prisciliano y de un libro escrito por el profesor ingles Chadwick, que mencionaba la poca posibilidad de que Santiago estuviera enterrado en la catedral de Compostela y la mucha de que posiblemente quien estuviese allí fuese Prisciliano de Ávila». Explica Saunders que, «como a la mayoría de los peregrinos, supongo que no sabía ni realmente me importaba si Santiago había predicado en España o no, era el peregrinaje lo que me importaba, pero la idea de que un hereje conocido pudiese ocupar el sitio de entierro al final de un peregrinaje católico me fascinó», hasta el extremo de derivar en un trabajo de investigación que tituló Peregrinos de la herejía.
Este libro, desde una posición nunca beligerante, ofrece al lector dos historias que discurren en paralelo: la de unos peregrinos que a principios del siglo XXI realizan la ruta Jacobea, aderezada con una trama de misterio, y la del propio Prisciliano y sus seguidores, una recreación histórica bastante fiel a la realidad.
Afirma Tracy Saunders que Prisciliano fue declarado hereje después de ser nombrado obispo porque el suyo «era un mensaje notablemente agnóstico, un remanente de la iglesia temprana en tiempos en que no había necesidad de sacerdotes y de obispos». En aquellos tiempos en que «el cristianismo en España aún no había sido homogeneizado», Prisciliano «ofreció simplemente una manera de ser un cristiano y no sólo eso, ya que las mujeres tenían en su predicación tanta importancia como los hombres». Cuando «había tanta corrupción entre los obispos - especialmente en Mérida y Lusitania-, los seguidores de Prisciliano lo presentaron como hombre genuino, santo en su mensaje de la simplicidad, el vegetarianismo y la castidad».
diego gelmírez. Volviendo la vista muy atrás, Saunders recuerda que a Diego Gelmírez, primer arzobispo de Compostela y principal impulsor de la peregrinación hasta la catedral que él mandó hacer grande a principios d el siglo XII, «no le interesó en absoluto si el que estaba allí enterrado era el apóstol Santiago o no», él era esencialmente «una especie de hombre de negocios que fue a Braga, robó las reliquias de otros santos y las trajo en triunfo, porque lo que quería sobre todo era poner a Compostela en el mapa del peregrinaje. Luego, los peregrinos del Camino trajeron dinero, regalos y fama, e implícitamente ayudaron al obispo a obtener un estado "metropolitano" para la ciudad».
Ateniéndose a esa realidad, la autora de Peregrinos de la herejía considera que desde tiempos de Gelmírez «la Iglesia ha utilizado el Camino de Santiago para su beneficio», e incluso «hay clérigos fieles a la idea tradicional de que Santiago estuvo en España, hombres religiosos pero no necesariamente eruditos que creen que todo ello es un hecho indiscutible tomado directamente de la Historia Compostelana y del Liber Sancti Jacobi, pero el problema es que esos textos fueron escritos bajo la orden de Diego Gelmírez como un especie de blog». Hasta principios del siglo XII, añade Saundres, «no hay casi nada escrito sobre la posible presencia de Santiago en España, y miembros de la Iglesia tan influyentes como San Isidoro de Sevilla o San Jerónimo tenían muy claro que incluso aunque Santiago hubiese predicado aquí, y no hay tampoco ninguna evidencia de ello, él volvió a Jerusalén y fue enterrado probablemente allí, ciertamente no en España».
En cualquier caso, en opinión de la investigadora estadounidense, «los peregrinos de hoy, en general, vienen para razones seculares mas que razones religiosas, pero vienen. La mayoría considera Finisterre realmente el punto final del Camino (que es donde acababan las peregrinaciones celtas que ya se hacían por esa misma ruta desde siglos antes de nuestra era), algo que va contra las intenciones indicadas por la Iglesia, que fija el final de la ruta en el sepulcro del apóstol. Pero para los gobiernos, lo más importante es el turismo y no sólo los peregrinos. Eso trae abundancia a Galicia, como ha hecho desde el siglo XII».
brujo y hereje. Sabedora de que la Iglesia niega ahora a Prisciliano y no quiere hablar de que muy probablemente sea él quien esté enterrado en Compostela, piensa que es debido a que «¿cómo va a explicar después de todos estos años de reverencia santa que la tumba puede contener los restos de un hombre que fue acusado falsamente de brujería y de herejía y ejecutado, junto con varios de sus seguidores, incluyendo una mujer, con el conocimiento completo, incluso la aprobación, de la Iglesia?». A pesar de eso, Tracy Saunders no busca defender en su libro «nada intencional, supongo que quiero contar la historia de Prisciliano y justificar su memoria. Ha habido muchos "herejes" que luego se convirtieron en mártires santos. La palabra hereje es hoy de apostasía y de miedo, pero "herejía" es una palabra griega, hairesis, que significa simplemente "opción". Y la historia de la religión organizada nos ha negado esa opción de Prisciliano para siempre».
Recuerda finalmente la historiadora norteamericana, volviendo a poner en relación a Prisciliano con nuestra capital, que «hace algunos años, en 2002, cuando investigaba para escribir Peregrinos de la herejía, vine a Ávila para ver la ciudad, visitar la catedral, caminar por sus calles y mostrar mis respetos a Santa Teresa, que es mi Santa. Busqué en las librerías información sobre Prisciliano pero no tuve ninguna suerte, nadie parecía haber oído hablar de él. Alguien me sugirió que debería acudir a la Catedral y así lo hice; allí pregunté a un sacerdote, pero las palabras exactas de su respuesta fueron: "Esa persona nunca existió". Hay solamente dos posibilidades para entender esta respuesta: o el sacerdote era ignorante de la historia de su propia Iglesia, o mentía».

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