lunes, 14 de agosto de 2017

Parafilias y consumo de drogas en dos de los pederastas de la red más reincidentes Han sido detenidos siete veces entre ambos y admiten que no pueden controlarse


Un policía analiza fotografías intervenidas a pederastas
Un policía analiza fotografías intervenidas a pederastas - DGP
Daniel, nombre ficticio, es adicto a los niños, cuanto más pequeños mejor. Tenía 23 años la primera vez que lo detuvo la Policía por distribuir pornografía infantil. Nueve años después acumula tres arrestos por el mismo delito y ha ido refinando su forma de actuar. Es uno de los pederastas reincidentes de los que no quitan la vista los expertos de la Unidad de Investigación Tecnológica (UIT) dedicados a proteger a los menores de depredadores como Daniel. Sus padres y él mismo pidieron ayuda a los agentes para «desengancharse» la última vez que entraron en su casa en busca de imágenes de abusos. La Fiscalía y el juez decidieron darle otra oportunidad y no se ordenó su ingreso en prisión preventiva. El juicio es en noviembre.
En 2008, Daniel volvía de trabajar y se pasaba las horas enganchado a miles de páginas de abusos a criaturas. En un foro de la web «boylover.net» comentó que los fines de semana era canguro y que abusaba de los niños a los que cuidaba. Confesó que sus favoritos eran los que tenían entre 4 y 5 años. Cuando la Policía lo arrestó no halló pruebas de esas agresiones de las que se jactaba pero sí guardaba unas diez mil imágenes en su portátil, el mismo material intervenido al pederasta Nanysex. Vivía con sus padres en la localidad madrileña de Colmenar Viejo. Solo estuvo un par de meses en la cárcel.

Con pañal

La Policía lo detiene de nuevo en 2015 por distribuir pornografía infantil, pero en el registro de la vivienda no se le encuentra nada. «Sabíamos que era reincidente y que tenía archivos pero fue lo suficientemente listo como para que no lo pilláramos», explican los investigadores. No había pasado ni un año cuando volvió a actuar: envío de imágenes de abusos a críos a través de un foro privado vía Twitter y con identidad falsa. Los agentes del Grupo I de la UIT sabían que detrás de ese nombre estaba Daniel. Fontanero de profesión, a los 31 años sigue en la casa paterna.
La Universidad de Valencia y la Policía trabajan de forma conjunta para elaborar un perfil de reincidentes
Cuando los investigadores llegaron a la vivienda, él estaba en el baño. Los padres, destrozados, no daban crédito. No tenía acceso a ningún dispositivo electrónico. El padre contó a los agentes que solo había una tablet y que él no la perdía de vista jamás para evitar tentaciones. Pero los rastreos de la Policía indicaban que Daniel seguía burlando los controles. Estaban a punto de marcharse cuando al inspector Israel Díaz, jefe de grupo, se le encendió la bombilla. «Estaba en el baño cuando hemos entrado, a ver si va a ser como los narcos». Tenía razón. El sospechoso se había construido una repisa oculta en el exterior del ventanuco del aseso, que solo se palpaba y veía encaramándose a la bañera. Allí escondía un teléfono móvil, su arma del delito, en el que guardaba bastantes archivos pederastas y desde el que había enviado y recibido imágenes. El inspector había estado destinado en la Unidad de Drogas y Crimen Organizado.«Solo es posible la rehabilitación de quienes quieran hacerlo; aun así este es un caso difícil porque lleva muchos años actuando», explica Díaz. «No es el típico perfil del manipulador que niega todo, pero no tiene control de impulsos». Es un patrón extraño. Además de su adicción a los niños pequeños tiene una parafilia muy poco común: autonepiofilia o infantilismo parafílico, es decir, se pone pañales para obtener placer sexual. De hecho, en el registro también los encontró la Policía. «La mente de estos individuos da para todo».

Trabajos académicos

Para averiguar qué resortes mueven a esas mentes, la Universidad de Valencia proyecta un estudio sobre reincidentes para el que ha pedido ayuda a los «ciberpolicías». El objetivo es intentar predecir quiénes son más susceptibles de volver a cometer este delito. El trabajo pionero lo llevó a cabo hace un par de años Instituciones Penitenciarias con el Instituto de Ciencias Forenses y de la Seguridad de la Universidad Autónoma de Madrid. Bajo el nombre de «Perfil psicológico de los penados a medidas alternativas por consumo de pornografía infantil» se evaluó a quienes cumplían en 2015 una pena alternativa y los comparó con otros delincuentes sexuales.
«Los consumidores de pornografía infantil son, en su gran mayoría, hombres relativamente jóvenes, solteros y sin hijos. Además, por regla general, tienen estudios; solo un 6 por ciento no tiene ninguna titulación académica y, por el contrario, casi un tercio de la muestra posee estudios universitarios. A nivel laboral, más de la mitad de los sujetos trabajaba a tiempo completo o parcial en el momento de la evaluación», recoge el estudio. Según el mismo, los adictos españoles a la pederastia a través de una pantalla tienen un nivel educativo mayor que en otros países y solo un pequeño porcentaje asegura encontrarse en una situación de aislamiento social. «La mayoría no refería problemas para establecer relaciones sociales ni tampoco dificultades en la relación de pareja -señala el trabajo-. El consumo de drogas estaba presente solo en un tercio de la muestra».
Trabajos anteriores revelan que son relativamente jóvenes, solteros y sin hijos y suelen tener estudios
«Un tanto por ciento elevado de nuestros detenidos tiene una red social muy reducida, sobre todo en los casos más graves. De hecho en sus contactos sociales buscan el mismo perfil que tienen ellos», afirma el inspector Díaz. «Necesitan tener contacto con otros pedófilos y esa necesidad les hace vulnerables. A veces podemos llegar a ellos a través de los indicios que obtenemos de otros investigados». Su experiencia no coincide con algunas de las conclusiones del estudio de la Autónoma. «Los pederastas más peligrosos suelen superar los cuarenta años y toman muchas precauciones», admiten los investigadores. Pese a algunas características compartidas, les define la heterogeneidad. Daniel es uno de los ejemplos del adicto a pornografía infantil que se ha ido perfeccionando. Él y otro individuo de Tarragona son los más detenidos por los policías «cazadores» de la red. Este último ha caído cuatro veces. «Casi estrenó la reforma del Código Penal», ironiza el inspector Díaz. El primer arresto es de 2003 por distribución. Volvió a ser detenido en 2011, 2016 y 2017 (en 2016 también por acoso sexual; en esa ocasión los delitos los cometió a través de una red social). Hace unos meses convirtió su WhatsApp en un basurero de imágenes delictivas, que luego eliminó. La Policía ha logrado recuperarlas gracias al análisis forense.

Un centenar este año

Mario, nombre falso, es treintañero, vive con sus padres y está en el paro. Su vida gira en torno a Internet. Es consumidor de cocaína; contó a los agentes que cuando estaba colocado perdía más el control. No es una causa efecto, pero algunos detenidos han confesado que se han iniciado en la pederastia a través de la red cuando estaban desempleados.
Todos ellos están en el rádar de los policías de la UIT. La mayoría de detenidos son condenados, con una horquilla de penas amplias y dado que casi nunca tienen antecedentes suelen conformarse y no ingresar en prisión. En los seis primeros meses del año solo el Grupo I ha detenido a 56 individuos en España y 30 en el extranjero.

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