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Sacando la violencia de las casas y de las relaciones damos la oportunidad a la civilización y a la cultura de extirparla, de dejar de utilizar la violencia como un método de relación válido y, lo que es peor, validado.Todos tenemos en la cabeza que el prototipo de maltratador es un hombre impulsivo, discutidor, algo así como si llevara escrito en la frente "Soy machista. Atención". Y ese tipo de maltratador existe, es lo que los profesionales llamamos Tipo II: Impulsivo o PitBull. Pero existe otro tipo de maltratador, mucho más peligroso que el tipo PitBull y, por supuesto, menos reconocible; es el llamado Tipo I o Tipo Cobra. El tipo Cobra no necesita un contexto violento o de discusión para iniciar un ataque, usa la violencia como un medio, no como un fin, ni siquiera provoca situaciones de debate verbal previo, tampoco siente remordimiento sincero. Uno de los datos más reveladores es que, a diferencia del PitBull, el maltratador tipo Cobra sufre un descenso de la tasa cardíaca mientras agrede.
Los profesionales que hemos estudiado la etiología y el tratamiento de la violencia machista somos conscientes de lo necesaria que es la pedagogía, también en los hombres. Etiquetar a los maltratadores de "irreparables" no hace que la violencia machista descienda, más bien al contrario. Los maltratadores, además de delincuentes y verdugos, deben ser tratados como susceptibles de ser rehabilitados. Hoy en día, en prisión, se están llevando a cabo programas de rehabilitación con éxito, y es sólo por esa vía, donde comenzaremos a acabar con la lacra de la violencia machista. Implementar programas integrales de rehabilitación para maltratadores debería ser una apuesta firme en cualquier acción que pretenda erradicar la violencia contra las mujeres y sus hijos e hijas. Si quien me está leyendo es una mujer maltratada, que te quede claro: esta no es una función que debas hacer tú; déjanoslo a los profesionales. Ni lo intentes. Tu vida no está en ninguna ruleta rusa.
La violencia machista, inserta en las sociedades, es una de las patas más del patriarcado. La violencia machista es un problema colectivo y social, y es precisamente como colectivo y como sociedad donde debemos resolverlo; sacando la violencia de las casas y de las relaciones donde damos la oportunidad a la civilización y a la cultura de extirparla, de dejar de utilizar la violencia como un método de relación válido y, lo que es peor, validado.
La violencia en los debates, en las discusiones, la agresión entre mujeres, entre hombres, en definitiva entre seres humanos, también es violencia machista, porque la agresión y la hostilidad son la máxima expresión de un patriarcado agonizante. Porque la agresividad ejerce su influencia en las generaciones presentes y futuras; porque este patriarcado agonizante es más insidioso y más peligroso que nunca. Porque desgraciadamente hemos pasado del patriarcado pitbull al patriarcado cobra.
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