Los niños maltratados hoy NO son los maltratadores de mañana
No es verdad que la víctima de hoy
sea el maltratador de mañana. Solo el 20% de los niños maltratados acaba
convirtiéndose en maltratador. Lo que sí es cierto es que la mayoría de
los maltratadores fueron previamente también niños maltratados.
Es importante aclarar este punto porque
muchas personas que han sido maltratadas viven con el miedo interno de
convertirse en aquello que tanto odian y ese temor los obliga a evitar
ciertas relaciones a lo largo de su vida.
Las víctimas de hoy no tienen por qué ser maltratadores mañana. Al
contrario, es más probable que también mañana sigan siendo víctimas
porque las heridas infligidas a edades tan tempranas y durante tanto
tiempo son difíciles de curar, especialmente si con el paso del tiempo
no se consigue establecer vínculos seguros y saludables.
Pero también es posible dejar de ser víctima.
Es posible recuperar la autoestima, reconocer el valor de uno mismo, el
inmenso valor de los que han sobrevivido y se sienten orgullosos por
haberse levantado entre tanta miseria.
Muchas personas que han sido maltratadas
son capaces, por sí solas, de romper las cadenas, y otras lo consiguen
gracias al apoyo psicológico de un buen terapeuta. Algunos niños que han
sufrido se recuperan en la adolescencia porque pueden establecer lazos
sanos y duraderos; otros, sin embargo, arrastran sus problemas de
relación y una vida llena de carencias hasta la edad adulta, y es
entonces —no importa a qué edad— cuando consiguen superar sus traumas.
Es verdad que no se puede borrar del
todo lo que ha ocurrido, que de alguna manera seguirá dentro de cada uno
y tal vez aparezca en ciertos momentos conflictivos, pero se puede
tener una vida mejor. El que fue un niño maltratado puede aprender a
tratarse bien y acabar siendo una persona emocionalmente sana, con una
imagen ajustada de sí misma, con capacidad para amar y ser amado como
cualquier otra persona.
Lo primero es reconocer el maltrato, asumir que tus padres no te quisieron bien o que, aun queriéndote, te hicieron daño por las circunstancias que fueran.
Lo segundo es tomar conciencia de tu condición de superviviente: saber
que has sobrevivido al horror, constatar que has sido víctima de un
conflicto tan profundo y potencialmente dañino como vivir en un campo de
concentración o participar en una guerra.
Solo desde la conciencia de lo que
realmente somos podemos luchar por nuestra dignidad y nuestro futuro. Es
posible y debe intentarse. Nos lo debemos a nosotros mismos,
especialmente si no queremos repetir, con otros inocentes, aquello que a
nosotros nos hicieron.


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